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Cómo repercutirán las nuevas políticas monetarias en el bolsillo

El principal objetivo de la política monetaria es garantizar la estabilidad de precios, inflación mínima; pero también allanar el camino para la generación de empleos vía el crecimiento económico, que requiere de disponibilidad de crédito y estabilidad en los mercados financiero y cambiario.

La nueva conducción del Banco Central, con Guido Sandleris, se propuso concentrar el esfuerzo inicial de su gestión en la estabilización de los precios, y para eso decidió “congelar” en valores nominales la base monetaria, es decir, la suma de la cantidad de billetes y monedas en poder del público (en los bolsillos); del nivel de depósitos a la vista de empresas y personas físicas en los bancos, y también de los depósitos del conjunto de las entidades financieras en el Banco Central (encajes).

Los efectos esperables en el corto plazo, sobre los presupuestos de las familias, serán, en promedio:

  • La pérdida de capacidad de compra. Congelar el total de dinero en circulación y a la vista, mientras los precios mantienen una inercia ascendente, significará destinar más pesos para pagar un mismo bien o servicio, y por tanto contar con menos dinero para otras operaciones; o desplazarse hacia bienes y servicios de menor calidad.
  • Menor acceso al crédito. La consecuente suba de las tasas de interés, que desde hace más de 4 meses ya se afirmaron arriba del 60% anual, como promedio, pero que para algunas transacciones, como el descuento de documentos de empresas y el financiamiento de saldos impagos por el uso de las tarjetas de crédito, que se ubican entre 80% y 90% anual, desalienta la solicitud de préstamos, en particular para consumo de bienes durables, como la compra de un artefacto para el hogar, la bicicleta o moto, y más aún de un auto o la vivienda.
  • Mayor necesidad de dinero para pagar el crédito y menos para consumo. Para quien sacó un crédito a tasa variable, la suba de los intereses que generará el congelamiento de la base monetaria provocará incrementos en la cuota mensual que obligará a recortar algunos gastos habituales y cambiar algunos hábitos de compra. Ya se vio en los datos del Indec sobre niveles de ventas en supermercados y shoppings sendas caídas de casi 4% en julio; se espera mayor baja en las estadísticas de agosto y septiembre.
  • Menor demanda, menor actividad. Una de las consecuencias directas de la suba, o al menos sostenimiento de altas tasas de interés, que llevará a menor consumo y también freno a proyectos de inversión, será la retracción de la producción de bienes y servicios.
  • Menos trabajo y más suspensiones. Hasta julio las estadísticas laborales de la Secretaría de Empleo daban cuenta de cuatro meses consecutivos con caída de los puestos registrados, y proyectaban un trimestre con destrucción neta; y aumento de los casos de empresas con recorte de la jornada laboral.
  • Altas tasas de interés y menor crecimiento monetario reducen el valor de los activos. La contracara de la suba de las tasas de interés es la baja del precio de los bonos. Las expectativas de aumento del PBI y los incentivos al gasto se ven afectados y puede dar lugar a la generación de un círculo vicioso. En ese proceso se produce una indeseada redistribución de ingresos entre deudores y ahorristas de la que pocos pueden escapar.
  • Una política monetaria restrictiva tiende a atraer influjos de capitales y apreciar la tasa de cambio. Al hacer más baratas las importaciones y encarecer las exportaciones, tiene un efecto adverso sobre la balanza comercial, el PBI y el empleo productivo, aunque contribuye a desacelerar el ritmo de la inflación, hasta que aparece una crisis de divisas que busca revertir la situación con un alto costo social, como es el aumento de la pobreza.

Las limitaciones de la política monetaria en la Argentina

Hacer política monetaria en la Argentina no es sencillo, no sólo porque desde hace décadas se fue potenciando un sistema bimonetario, con pesos y dólares en circulación; producto de la incapacidad de desarrollar instituciones estables y reglas sólidas y permanentes; sino porque además ese escenario ha impedido contar con un mercado de capitales y financiero desarrollado y profundo, capaz de cubrir las necesidades de financiamiento del Estado.

Más aún, cuando el exceso de regulaciones y rigideces que prevalecen en la economía en todos los mercados, de bienes y servicios, con precios regulados y administrados; laboral; y también cambiario, ahora con “zonas de intervención ajustable día a día”, tornan casi impredecible estimar cómo serán los mecanismos de transmisión y sistemas a través de los cuales se canalizarán las nuevas señales de política monetaria.

En países desarrollados, en general, los efectos de la política monetaria sobre la estabilización de los precios se manifiestan en un período mínimo de 8 y ” hasta un máximo de 18 meses, aproximadamente. En la Argentina es casi impredecible, porque la ansiedad por ver los efectos más temprano que tarde lleva a introducir ajustes mucho antes de que madure la nueva política monetaria que termina, en general, agravando la situación original.

El concepto dominante entre los “monetaristas” es que un exceso de la cantidad de dinero en la economía, por encima de los deseos de las familias y empresas, deriva en más inflación. De ahí que recomiendan reducir la base monetaria, para bajar la inflación.

Parece simple, pero no lo es

Lo que es relevante en una economía con tasas de inflación de dos dígitos altos al año es el nivel de saldos reales. Si la base monetaria se congela, pero el promedio de precios sube 6%, o más, como está previsto para este mes, se produce una contracción de la capacidad de compra de las tenencias de dinero, cae el consumo.

Porque en toda economía monetaria, a diferencia del trueque, la circulación del dinero ingresa en un circuito que cuando pasa por los bancos a través de depósitos que en parte se destinan para compras y pagos futuros, pero también para ahorro, provoca un efecto multiplicador. Un mismo peso pasa de mano en mano y de cuenta bancaria a otra, dando lugar a los agregados monetarios.

El diseño de la política monetaria se desarrolla en un contexto de incertidumbre y rezagos en la transmisión de sus efectos. De ahí que se recomienda que sea pragmática y dé espacio a una amplia gama de indicadores económicos, no sólo de la inflación, sino también de la producción y el empleo, y, por supuesto, sobre las finanzas públicas.

Está demostrado que la demanda por dinero y su la velocidad de circulación también se vuelven difíciles de predecir durante períodos de ajuste estructural y/o estabilización macroeconómica.

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