Igualar el acceso a internet para todos los argentinos
El Día Mundial de Internet se conmemora el mundo el 17 de mayo por ser el día de la creación de la Unión Internacional de Telégrafos en el año 1969, la misma que hoy conocemos como Unión Internacional de Telecomunicaciones y que quizás en unas década vuelva a cambiar su nombre.
Así como también cambian las características de las estadísticas que sirven para medir el grado de evolución del sector en las diferentes sociedades.
Hablar de líneas fijas de telefonía o de cantidad de teléfonos públicos por habitantes, corresponde a las estadísticas del siglo pasado, el mismo en el que se instaló el pase a manos privadas de las empresas públicas que prestaban este servicio.
Hoy el sector habla de Internet de las cosas, 4g, 5g, de internet móvil, de fibra óptica directa al hogar, de teletrabajo, home banking, compras móviles, de video a demanda, de streaming, de una televisión que ya no es broadcasting, etc.
Todos ellos, servicios que deben llegar de una u otra manera al consumidor final. A su casa o a su teléfono. Por eso la última milla, el último tramo de la red que llega por tierra o por aire hasta el consumidor, pasa a ser tan importante.
En los ’90, en la Argentina, la meta de la privatización era que todos los argentinos tuvieran acceso a un teléfono fijo. De hecho las empresas concesionarias difundían hasta los teléfonos públicos que habilitaban en pueblos y parajes. Vieja, ¿sabés de dónde te estoy llamando?
Con la expansión de Internet el ingenio argentino inventó un sistema de acceso telefónico para llegar a los pueblos (el 0610), mientras se prometían “1000 ventanas al mundo”, los llamados Centros Tecnológicos Comunitarios (CTCs) que, distribuidos en todo el país, permitirían a los habitantes de los lugares más alejados acceder a esa red que tanto prometía.
En tanto, los 2000 estaban a la vuelta de la esquina, esa fecha mágica en la que la regulación abría el mercado a la competencia, y el “sr. usuario”, el “cliente rey” iba a poder elegir qué empresa le daba el servicio.
Así surgieron, siempre primero en el eje socioproductivo Buenos Aires-Cordoba-Rosario, nuevas empresas para dar servicios de telefonía e Internet.
Mientras, las cableras exploraban las nuevas tecnologíás que aseguraban que se podía ofrecer Internet sobre redes de televisión por cable, sobre redes eléctricas, hasta de agua y gas.
Crisis mediante, la competencia se evidenció sólo en aquellas zonas rentables donde las empresas ahora de capital privado pudieran cobrar por los servicios sin cargo de culpa.
Las telecomunicaciones, decían entonces, son el único mercado que crece aún en tiempos de crisis económicas.
Vale señalar que en el primer trimestre del 2002, fue la primera vez que el sector arrojó en Argentina pérdida de clientes. Todos los segmentos del mercado, menos el de ADSL, o dicho en términos humanos, la internet de banda ancha que recién asomaba en el horizonte argentino.
Pasó el tiempo, cambiaron los gobiernos, y se mantuvo la consigna de llevar Internet a los hogares de todos los argentinos, aún de los más alejados de los centros urbanos.
En los primeros años del gobierno de Néstor Kirchner el Estado recuperó la administración del espectro radioeléctrioco, ese recurso esencial para la prestación de los servicios móviles; anuló los contratos con NahuelSat y creó Arsat, empresa argentina de soluciones satelitales.
Pero recién en la gestión de Cristina Fernández se definió para esta empresa la misión de tender una red federal de fibra óptica. Una empresa estatal volvía al mercado, a competir con las “incumbentes” como mayorista.
Paralelamente, con la colaboración de diferentes ministerios se implementaban programas como Conectar Igualdad, la Televisión Digital Abierta (usando el estándar que habilitaba la conexión a móviles y la posibilidad de sumar Internet al mismo servicio), y una nueva versión de la CTCs.
Este año, con una nueva gestión de gobierno y un sinceramiento de la economía, se anuncia un nuevo rol para Arsat. Será la red troncal pero también extenderá su red hasta la puerta de 1.200 localidades, para competir con las redes de las empresas herederas de Entel, pero sin llegar a tener esa “última milla” que fue estatal, es privada, y sigue siendo el corazón del negocio.
El objetivo sigue siendo el mismo que en los 90: conectar a todos los argentinos.
Cumplirlo o no dependerá de que el entorno político-económico permita cumplir los planes sin tener que recurrir al capital privado.
Fuente: Telam