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Francia afronta su elección presidencial más incierta

Francia afrontará el domingo la primera vuelta de sus elecciones presidenciales más inciertas, con cuatro candidatos con opciones de pasar al balotaje, un elevado índice de indecisos y una previsión de participación inusualmente baja.

Nunca antes tantos candidatos optaron a disputarse la presidencia de Francia, una incertidumbre acrecentada por el atentado del pasado jueves, en los Campos Elíseos de París, que agrega suspenso a los comicios a los que están llamados a votar 45,67 millones de electores.

La jornada electoral comenzó en los territorios franceses de ultramar en la Polinesia, el Caribe y también en las sedes diplomáticas de todo el mundo -incluida la Argentina- para que los franceses residentes en el extranjero puedan sufragar.

La seguridad será otra de las novedades de las presidenciales, las primeras que vive Francia en estado de emergencia, que fue decretado tras los atentados del 13 de noviembre de 2015 (13-N) en París y Saint-Denis.

El gobierno galo no cesa de admitir que la amenaza es elevada en el país y las elecciones un escaparate para los terroristas, como puso de manifiesto el atentado desarticulado el pasado martes con la detención de dos presuntos yihadistas en Marsella, que ultimaban un ataque contra la campaña electoral, o el tiroteo del pasado jueves, en los Campos Elíseos de París, en que murió un policía.

Unos 50.000 agentes de policía y gendarmería y 7.000 militares serán desplegados como refuerzo de seguridad durante los comicios en los más de 66.500 colegios electorales abiertos en el país.

El control se incrementará en la entrada de los colegios electorales, al que solo podrán acceder quienes estén adscritos en las listas, lo que impedirá la imagen de ciudadanos que acudan en familia a depositar su boleta, informó la agencia de noticias EFE.

Elementos que añaden puntos de interrogación a una jornada marcada como histórica por la disparidad de las propuestas electorales.

Los franceses tendrán que elegir entre la eurófoba Le Pen, el auroescéptico Mélenchon, el conservador Fillon y el independiente Macron; entre el proteccionismo de la líder ultraderechista y del izquierdista, el rigor financiero que propone el conservador o la liberalización económica del joven ex ministro de Economía del gobierno de Hollande hasta agosto último.

Además, la implacable lucha contra la inmigración de la que hace bandera Le Pen, el férreo control que promete Fillon, el continuismo de Macron o la apertura de Mélenchon.

Todos ellos panoramas irreconciliables que marcarán el rumbo que tome el país en los próximos años y, en buena medida, afectarán al futuro de la Unión Europea (UE).

Si las elecciones aparecen como imprevisibles, también lo será la política que aplique el futuro presidente.

Todas las ofertas que están sobre la mesa se definen como rupturistas en mayor o menor medida, lo que evita tener puntos de referencia en el pasado.

Macron apuesta por acabar con los partidos y las prácticas políticas tradicionales, Fillon con las políticas de incremento de la deuda de los últimos años, Le Pen con el sistema en general y Mélenchon con la organización institucional que supone la V República para refundar una nueva Francia.

La primera víctima puede ser el bipartidismo que gobernó Francia desde 1965 en una constante alternancia entre la izquierda moderada y la centroderecha.

El hundimiento que se anuncia del Partido Socialista (PS), cuyo candidato, Benoit Hamon, puede situarse por debajo del 10% de los votos, es la principal consecuencia de ese cambio, según la agencia de noticias DPA.

Inclusive, de lograr menos del 5% de los votos, el PS podría quedar herido de muerte y entrar en bancarrota, pues la Comisión nacional de las cuentas de campaña (Cnccfp) solo reintegra la totalidad de los gastos de la campaña electoral a las formaciones que superen esa barrera.

Fillon, que representa al otro ala de bipartidismo, tampoco tiene garantizada su presencia en el segundo turno, aunque en las últimas semanas recuperó parte del terreno perdido después de que fuera imputado por una presunta malversación de fondos públicos por haber otorgado a su esposa y a sus hijos empleos ficticios de asistentes parlamentarios.

Frente al desgaste de los partidos tradicionales, las presidenciales apuntan el surgimiento de nuevas caras.

Macron, ministro de Economía del gobierno de Hollande hasta agosto último, apenas conocido por el gran público hace dos años, parte como favorito para conquistar el Elíseo en todos los sondeos, tras haber creado un movimiento, En Marcha, a contrapié de la práctica política tradicional en Francia.

Le Pen, quien desde hace años anida en la periferia del sistema, irrumpe más fuerte que nunca y las encuestas le otorgan un récord de votos, aunque insuficientes para ganar la segunda vuelta, dentro de dos semanas.

A ello se suma el fenómeno del ex socialista Mélenchon, responsable de un “sprint” final en la campaña al frente de las huestes de la izquierda más pura, beneficiado por la sangría de votos del PS y por ser el único candidato entre los cuatro con posibilidades en representar una opción de izquierda.
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