Declaró la víctima de “La Manada”, un grupo acusado de una violación masiva
La joven que tenía 18 años al momento de la presunta violación aseguró que no pudo resistirse porque entró en estado de shock. “Lo único que quería era que el calvario terminara”, sostuvo ante el juez.
Una mujer de 18 fue víctima de una violación grupal por un grupo de amigos en San Fermín en el 2016. En medio del juicio, la joven que hoy tiene 20 años declaró que no opuso resistencia porque entró “en un estado de shock” que la llevó a someterse pasivamente a los acusados.
Preguntada si les pidió expresamente que pararan, respondió que no, pero que su actitud no fue de consentimiento, que fue “sometida” a hacerlo.
La joven afirma que llegó a Pamplona con un amigo sobre las seis y media de la tarde del día del Chupinazo. Aparcaron en la zona del Soto de Lezkairu y posteriormente se dirigieron al casco viejo.
Estuvieron en la Plaza del Castillo, donde había un concierto, pero poco antes de las tres de la madrugada su acompañante ya se había ido a dormir y el grupo de amigos de la universidad se había perdido. Se sentó en un banco donde estaba un joven que hablaba con otros tres que se encontraban de pie. Resultaron ser los ahora encarcelados.
El joven le preguntó de dónde era, qué hacía en Sanfermines, cómo se llamaba… y entablaron una breve conversación sobre fútbol y la fiesta hasta que ella les dijo que se iba a dormir al coche.
La joven negó en el juicio que durante la conversación trataran algún tema de índole sexual, contradiciendo así la versión de los acusados. Ellos sostienen que empezaron a hablar de sexo, que la charla fue subiendo de tono y decidieron, ellos y la chica, buscar un lugar apartado para mantener relaciones sexuales en grupo.
La joven declaró que empezó a sentirse incómoda por ciertas actitudes de los jóvenes e intentó cambiar de dirección, pero que ellos insistieron en acompañarla. Al llegar a Paulino Caballero, ella reconoció que se dio un beso en la boca con uno de los jóvenes.
Fue entonces cuando dos de ellos la agarraron de un brazo y la introdujeron en el portal (dijo que no fue necesaria la violencia porque ella desconocía lo que venía después).
Le dijeron que se callara y que no gritara, para lo cual le pusieron “la mano en la boca”, y la condujeron a un rellano. Allí dejaron sus cubatas en el suelo, le arrancaron la riñonera y el jersey y los tiraron al suelo. En ese momento, insistió, la rodearon y la obligaron a mantener relaciones sexuales. Dijo que entró en “shock”.
Cuando le preguntaron detalles sobre fotogramas concretos de los vídeos, ella insistió en que su actitud fue pasiva y que tenía los ojos cerrados, que había pasajes que no recordaba, y remarcó que fue obligada a mantener relaciones con todos ellos, que reclamaban su turno.
La denunciante no sabe cuánto duró la violación (según las cámaras pudo ser algo menos de veinte minutos), pero sí que “de repente” se marcharon y ella se quedó recogiendo sus cosas.
Tras la violación, la joven se encuentra bajo tratamiento por estrés postraumático.