Las infecciones intrahospitalarias ya no son exclusivas de los hospitales
a Organización Mundial de la Salud (OMS) catalogó a la resistencia a los antibióticos como una de las mayores amenazas para la salud mundial. Se calcula que cada año unas 700.000 personas mueren en todo el mundo por esta causa y que, de no tomarse medidas al respecto, esa cifra llegará a los 10 millones para el año 2050. La OMS alertó “el cambio no puede esperar. Se nos acaba la era de los antibióticos”.
Asimismo, detalló que el mal uso y el abuso sistemático de estos fármacos en la medicina y en la producción de alimentos pusieron en riesgo a todas las naciones. Hay pocos nuevos antimicrobianos de recambio en fase de investigación y desarrollo. Sin medidas armonizadas e inmediatas a escala mundial, se avanza hacia una era post antibiótica en la que infecciones comunes podrían volver a ser mortales.
Esta preocupación de la comunidad científica crece día tras día, ya que la tasa de resistencia a las moléculas con acción antibiótica de uso habitual es muy alta, lo cual impacta en la mortalidad y en la morbilidad de los pacientes, fundamentalmente de quienes se internan en los hospitales y que pueden llegar a contraer alguna “infección asociada al cuidado de la salud” (antes denominada intrahospitalaria o nosocomial).
El cambio de denominación surge de un nuevo paradigma: debido a los cambios operados en las modalidades de atención, encontramos pacientes asistidos con múltiples procedimientos, no solo en el hospital, sino además en hospitales de día, en geriátricos y en internaciones domiciliarias.
“Estas infecciones asociadas al cuidado de la salud (IACS) están íntimamente relacionadas a la utilización de dispositivos médicos con los cuales antes no contábamos. La medicina ha avanzado enormemente, por lo cual ahora hay más pacientes con compromiso de su sistema inmune (trasplantados, oncológicos, etc.) expuestos muchas veces a procedimientos invasivos que conllevan inevitable riesgo de contraer infecciones asociadas al uso de los mismos”, sostuvo el Dr. Jaime Kovensky Pupko, Bioquímico, Especialista en Bacteriología Clínica UBA y Coordinador de la Subcomisión de Antimicrobianos de la Sociedad Argentina de Bacteriología, Micología y Parasitología Clínica (SADEBAC), división de la Asociación Argentina de Microbiología (AAM).
En este ámbito, uno de los temas que más preocupa a la comunidad científica es la baja tasa de adherencia al lavado de manos del personal de salud, que en nuestro país no supera el 30 por ciento.
“El mayor problema del no lavado de manos es la transmisión de las bacterias de modo horizontal”, afirmó la Dra. Adriana Sucari, Bioquímica, Vicepresidente de la Asociación Argentina de Microbiología (AAM) y Presidente de SADEBAC. “Médicos, enfermeros, kinesiólogos y todo el personal de salud que asiste a un paciente que es portador de alguna bacteria resistente, puede diseminarla al próximo paciente si no se higieniza las manos entre uno y otro”, agregó.
Una de las acciones tendientes a contener el avance de las bacterias multirresistentes es disminuir las IACS. Los especialistas coinciden en afirmar que es mucho lo que se puede hacer para minimizar la tasa de infecciones asociadas al cuidado de la salud: “Cada institución médica tiene que diseñar e implementar un programa de vigilancia que incluya la búsqueda de portadores de bacterias multirresistentes y la aplicación de precauciones estándar y de aislamiento de contacto, para evitar la transmisión horizontal, aquella que se produce de un paciente a otro, o generalmente a través de las manos del personal asistencial y del uso de objetos inanimados como estetoscopios, termómetros, etc. El lavado de manos es parte de las precauciones estándar; las otras son el uso de guantes, barbijo, gafas y camisolines”, sostiene el Dr. Kovensky.
La aceleración observada en las últimas décadas sobre la emergencia y diseminación de la resistencia a los antimicrobianos está vinculada al abuso y/o mal uso de los antibióticos[5]. “En el año 2016, la resistencia a los antimicrobianos fue el tema de salud tratado en la Cumbre de los Presidentes organizada por las Naciones Unidas. Por primera vez, los Jefes de Estado se comprometieron a adoptar una estrategia coordinada de amplio alcance para abordar las causas fundamentales de la Resistencia Antimicrobiana (RAM) en la salud humana, la salud animal y la agricultura”, remarcó Kovensky.
Argentina fue uno de los primeros en implementar una Estrategia Nacional para el control de la RAM. Es así que en 2015 se creó la Comisión Nacional para el Control de la Resistencia Antimicrobiana (CoNaCRA), en un acto conjunto entre los ministerios de Salud y el de Ganadería, Agricultura y Pesca. Dicha comisión está integrada por representantes de ambos ministerios y organismos oficiales con competencia en el tema y las sociedades científicas involucradas en la RAM.
Según lo trabajado por los especialistas convocados en la CoNaCRA, el problema de resistencia antimicrobiana supera los márgenes de la salud humana y representa un nuevo paradigma, que se ha creado en los últimos años a nivel mundial. Esta problemática plantea que tanto la salud humana, como la animal y la ambiental son una misma salud y que hay entrecruzamiento de vectores entre las tres. El término acuñado por la OMS es ‘Una Salud’: ‘Un enfoque concebido para diseñar y aplicar programas, políticas, leyes e investigaciones en el que múltiples sectores se comunican y colaboran para lograr mejores resultados de salud pública’.
“Esta comisión (la CoNaCRA) está tratando de articular distintas políticas y acciones con el fin de llevar adelante una contención a la RAM. Las estrategias para contener la resistencia a los antibióticos son complejas e involucran la limitación del uso de antimicrobianos en la producción animal, sobre todo como promotores de crecimiento y, por otro lado, se establece un programa de vigilancia de la resistencia antimicrobiana en animales que no existía hasta el momento”, refirió Kovensky.
“Otro de los puntos en los cuales se está trabajando fuerte desde la CoNaCRA es en la problemática de los antimicrobianos en el medio ambiente y, particularmente, en el agua”, aportó Sucari. “En cuanto a los alimentos, se destaca el uso de antibióticos en la industria del pescado. El impacto se produce porque es la carne que en mayores ocasiones se consume cruda o poco cocida, como en el caso del sushi o el ceviche”. El uso indiscriminado de antibióticos y la falta de cocción, puede llevar a un incremento en la ingesta de antibióticos y de bacterias resistentes.
En cuanto al ganado vacuno, ovino y porcino, el Dr. Kovensky explicó que el problema radica en los animales criados en forma intensiva, confinados en espacios donde están hacinados. “En nuestro país, ésta es la forma de criar a las aves de corral, principalmente los pollos parrilleros o gallinas ponedoras y, en muchísimo menos porcentaje, ganado bovino criado en “feedlot” o engorde a corral”.
Estos animales reciben antibióticos como promotores de crecimiento, logrando un enfrentamiento de los medicamentos con las bacterias de la microbiota intestinal de los alimentados. Las bacterias, para adaptarse a sobrevivir en presencia de estas sustancias, se vuelven resistentes por mecanismos genéticos que pueden ser transmitidos a otras bacterias. Entonces, cuando los animales excretan sus heces, estarán llenas de bacterias resistentes, contaminando el ambiente donde defecan y las manos de los trabajadores agropecuarios, y llegando también a los efluentes hídricos, contaminando el agua de riego y los peces que en ellos se desarrollan. Por lo tanto, agregó el especialista, “el problema no solo es de los antibióticos que pueda haber en la carne de los animales, sino que incluye a la selección de bacterias resistentes a los antibióticos que realizamos en sus intestinos”.
Por otro lado, los especialistas coincidieron en afirmar que es necesario trabajar seriamente en el cumplimiento de la regulación que ya existe en la venta de antibióticos a nivel humano. “Los antibióticos deben ser prescriptos por un médico y esa receta debe ser archivada en la farmacia. Hay estudios que demuestran que el incumplimiento de esa norma llega al 80 por ciento en la provincia de Buenos Aires”, enfatizaron. Esta venta sin prescripción responde en la mayoría de los casos a conductas de automedicación, en situaciones en las que el antibiótico es innecesario por que se trata de cuadros virales, y en otras ocasiones la dosificación o la duración del tratamiento es inadecuada, produciendo selección de bacterias resistentes en el foco infeccioso o en la microbiota intestinal que nos habita. “Todos debemos cuidar la ecología de nuestra propia flora microbiana si queremos contener el avance de la resistencia microbiana”, concluyeron.