La ausencia de vacunas condiciona la estrategia de Alberto Fernández para enfrentar la segunda ola de COVID-19
Alberto Fernández le tiene respeto intelectual al canciller mexicano Marcelo Ebrard. Y durante su último encuentro en Ciudad de México escuchó con atención como Ebrard explicó que los países más desarrollados se quedan con la mayoría de las vacunas contra el COVID-19, frente al escaso poder geopolítico de las naciones pobres de América Latina.
En ese viaje relámpago organizado para reunirse con Andrés Manuel López Obrador (AMLO), el presidente argentino asumió que se dirigía a una compleja encrucijada política causada por la escasez de dosis destinadas a aplacar las consecuencias mortales de la segunda ola de la pandemia.
La información aportada por el canciller Ebrard a Alberto Fernández sólo sirvió para aceitar los reflejos políticos del jefe de Estado. Cuando arribó a Buenos Aires ordenó acelerar las negociaciones con China y forzó sus contactos con el Kremlin para evitar que la escasa producción de Sputnik V ponga en una encrucijada sanitaria a los 24 distritos de la Argentina.
Esas dos decisiones presidenciales lograron que Rusia enviará un cargamento acotado de dosis -arriban hoy a Ezeiza- y que la empresa china Sinopharm remitiera a Buenos Aires -la semana entrante- 3 millones de dosis que no se pueden usar para los grupos de riesgo de más de 60 años.
Es decir: las vacunas que se esperan de Moscú y Beijing son mínimas frente a la demanda social y al comienzo del otoño que puede traer la segunda ola de la pandemia.
En este contexto sanitario, al presidente le queda como única alternativa achicar la circulación en el país, promover en términos geométricos una feroz campaña de concientización y desalentar los viajes al exterior. Esta hoja de ruta fue consensuada con los 24 gobernadores durante una zoom que compartieron ayer con Alberto Fernández en Olivos.
Alberto Fernández busca un equilibrio entre control sanitario y la actividad económica. El Presidente desea que los contagiados y los muertos no se desborden en la Argentina y a su vez apuesta a preservar la actividad económica en los actuales niveles de producción y consumo.
El jefe de Estado maneja una ecuación técnica-política para resolver su toma de decisiones. Si los muertos no crecen y la capacidad hospitalaria no está desbordada, continuará firmando sucesivos decretos de Necesidad y Urgencia (DNU) que prorrogan las normas y facultades del Distanciamiento Social (DISPO).
En cambio, si los hospitales colapsan por la ausencia de respiradores y el número de decesos crece en espiral, Alberto Fernández no dudará en regresar a Fase 1. El Presidente se resiste a tomar esta medida “in extremis”, pero pretende que la Argentina no alcance la tragedia social y sanitaria que se observa en Brasil.
Desde esta perspectiva, el jefe de Estado desalienta los viajes al exterior, prohíbe la llegada de turistas y evalúa un control más robusto sobre los argentinos que deben cumplir una cuarentena obligatoria. A las 9 AM está prevista una reunión de los 24 ministros de Salud en la Casa Rosada para diseñar ciertas medidas que se pondrán a consideración de Alberto Fernández.
El Presidente escuchará las distintas alternativas de los ministros provinciales, y a continuación ejecutará su decisión política. Se trata de preservar la actividad económica, trabar la circulación y desplegar una campaña educativa para enfrentar la segunda ola en mejores condiciones sociales y sanitarias.
Un hecho clave puede modificar la propuesta de emergencia que diseña Alberto Fernández: la llegada de millones de dosis para vacunar sin demoras a más de 25 millones de argentinos. Una posibilidad que está en manos de Rusia y de China, proveedores de Sputnik V y Sinopharm.
La estrategia presidencial es una carrera contra el tiempo.
En otoño y sin vacunas, el COVID-19 tiene suficiente capacidad de daño para cometer una tragedia social, económica y política en la Argentina. Eso fue lo que reconoció Alberto Fernández durante la cadena nacional. Una crisis larvada que parece inevitable.