Fin de los vuelos de repatriación: los motivos por los cuales el Gobierno dejó varados a más de 10 mil argentinos en el exterior
El aluvión de vuelos con argentinos que habían quedado varados en el exterior por la crisis del coronavirus trastocó por completo el aeropuerto de Ezeiza. La decisión del presidente Alberto Fernández de suspender ese operativo responde a las dificultades para contener de manera segura a los retornados una vez que tocan tierra y a una realidad ingrata: muchos de ellos llegan infectados o con síntomas evidentes de haberse contagiado.
Un informe confidencial que circuló en la Casa Rosada antes del anuncio del Presidente indicaba que “particularmente el aeropuerto de Ezeiza” viene registrando problemas para gestionar el traslado en tierra de los pasajeros que llegan de países muy golpeados por el virus. Y se recomendaba “limitar el flujo de ingreso de aeronaves a un número que sea manejable”, con el fin de que “no se desborde la capacidad de los profesionales de la salud” y otros operarios encargados del control. El riesgo empezaba a ser que el aeropuerto se convirtiera “en un foco de contagio masivo entre los recién llegados”. Y se indicaba que “están llegando argentinos desde los más diversos destinos, y muchos de ellos, lamentablemente, presentan síntomas de la enfermedad”, según consigna La Nación.
De ahí que Fernández haya dicho que urgía frenar las repatriaciones. “Por ahora hemos decidido no ingresar más gente al país hasta que nos organicemos. Ya di instrucciones de que ayuden con recursos a quienes se encuentran en el exterior, pero van a tener que esperar un poco”, dijo, en alusión a los argentinos desesperados que esperan respuestas en ciudades del exterior. Serían más de 10 mil.
Desde el cierre de los cielos para vuelos provenientes de las zonas más golpeadas por el coronavirus, llegaron 35 charters de Aerolíneas Argentinas, con cerca de 12.000 pasajeros.
Para atender el desembarco, se montó un despliegue sanitario extraordinario que apuntaba a detectar posibles infectados y garantizar el traslado seguro de los demás pasajeros al lugar donde deben hacer su cuarentena.
A bordo de los aviones, se dispuso un control de fiebre a todos los pasajeros y tripulantes. Quienes no presentan síntomas pueden retirarse, después de firmar una declaración jurada en la que consta dónde estuvieron.
Quienes hubieran presentado fiebre al aterrizar o durante el vuelo, según el protocolo, deben ser derivados a Sanidad de Fronteras y de allí se los deriva al Hospital de Ezeiza. La Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) tiene orden de separar a todos los que hubieran viajado cerca de aquellos con síntomas de coronavirus y llevarlos a la Escuela de Gendarmería (en La Matanza). Esto es, todos los que se hubieran sentado dos asientos atrás, adelante y a cada costado.
En la Escuela de Gendarmería se hacen los test de coronavirus para esos contactos cercanos. Si viven en el área metropolitana, pueden irse a esperar el resultado a sus casas. Si son del interior, quedan alojados hasta tener certezas.
En el Gobierno, evaluaron que la cantidad enorme de vuelos y de pasajeros infectados que llegaban de Europa, Estados Unidos y otros destinos ponía en serio riesgo al personal afectado al operativo y a los pasajeros que llegaban sin afectaciones de salud. “Es un despliegue enorme de gente, que queda expuesta al contagio. No podía seguir así”, indicó una fuente gubernamental. La intención de Fernández es reorganizar el plan de llegadas. Esperan armar un nuevo sistema de atención y limitar el número de vuelos diarios.
En paralelo, se libró una directiva a todos los consulados en el exterior para que envíen un panorama de situación y pidan aquello que necesitan para darles seguridad a quienes siguen sin poder volver.