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La apuesta liberal en un mundo occidental en crisis

Con un estilo austero e infranqueable y un perfil bajo pero robusto en la toma de decisiones, la mujer al frente del gobierno de Alemania va en camino a renovar su liderazgo en 2017 en un contexto en el que, tras el triunfo de Donald Trump, fue revalorizada como factor de estabilidad global.

La especulación alrededor de la decisión de Angela Merkel fue ruidosa desde la elección de Trump, cuando los principales comentaristas y miembros de su partido, la Unión Demócrata Cristiana (CDU), dijeron que la obligarían a mantenerse en pie, incluso ante su posición reacia.

Es que muchos la consideran como un baluarte frente a los posiciones de Turquía y Rusia, la tentación aislacionista de Estados Unidos y la crisis pos-Brexit que se desató en la Unión Europea.

La mujer, que supo tener el mote de “Madre Angela” aunque su popularidad cayó en los últimos tiempos tras recibir un millón de refugiados en territorio alemán, es la última sobreviviente de una escena internacional en extinción.

Los dirigentes que coincidieron con ella, como George W. Bush, Tony Blair, Jacques Chirac o Silvio Berlusconi ya no están en el poder, pero Merkel, a sus 62 años, sigue dirigiendo Alemania.

Angela Dorothea Kasner, hija de un pastor luterano educada tras la llamada Cortina de Hierro, accedió en 2005 al poder, contra todo pronóstico.

Estudió entre Leipzig y Berlín, lejos de su hogar natal, y se casó con 23 años con el compañero de estudios del que conserva el apellido, Ulrich Merkel, aunque el matrimonio apenas duró cinco años.

Años más tarde, conoció al científico Joachim Sauer, por entonces casado y con dos hijos, que se convirtió en el “consejero” de su tesis doctoral en Física y con el que, tras varios años de convivencia, se casó en 1998.

No estuvo entre los cientos de miles de germano-orientales que el 9 de noviembre de 1989 celebraron entre abrazos y cervezas la caída del muro de Berlín, sino que se enteró de la noticia al salir de su sauna semanal y prefirió retirarse a su casa porque tenía que madrugar.

Tras la caída del muro, sí se metió en las fauces de la política.

En febrero de 1990 ingresó en la CDU y Helmut Kohl la convirtió en 1991 en ministra de la Mujer y la Juventud. Fue ella que en 1999 llamó a la CDU a “emanciparse” del patriarca Kohl, que solía referirse a ella como “la chiquilla”..

Merkel escaló posiciones, llegó a la Secretaría General y luego a la Presidencia de la CDU, donde asestó algunos golpes, como la designación del bávaro Edmund Stoiber como candidato a arrebatar la Cancillería a Schröder, en 2002.

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