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El plan yihadista para utilizar a las mujeres y resucitar a ISIS en Europa

Pocos años después de haber dejado sus hogares para instalarse en los territorios controlados por el Estado Islámico (ISIS), miles de mujeres musulmanas nacidas en el norte de África o en Europa occidental han comenzado a regresar. Con el derrumbe del grupo terrorista, las autoridades de seguridad nacional de esos países preveían un aumento de su trabajo: se prepararon para revisar con cuidado los ingresos de miles de hombres que se replegaban desde Irak y Siria. En cambio, lo que vieron fue una enorme cantidad de mujeres y niños.

“En los meses recientes, las mujeres que habían migrado al Estado Islámico han estado huyendo del califato de a cientos, para regresar eventualmente a sus países de origen o para asilarse en centros de detención o campos de refugiados por el camino”, reveló una investigación de The Washington Post.

“Algunas son madres con niños pequeños que dicen que recibieron presiones para viajar a Irak o Siria para estar con sus esposos. Pero una cantidad preocupante parece haber abrazado la ideología del grupo y se mantienen comprometidas con sus objetivos, según entrevistas con ex residentes del califato y con oficiales y analistas de inteligencia que las vigilan de cerca”, señaló el periódico.

Aunque pocas de esas mujeres combatieron, para los gobiernos de los países que las reciben constituyen amenazas potenciales, tanto en el breve como en el largo plazo. Algunos dirigentes de ISIS han expresado, como órdenes directas, que las repatriadas se preparen para misiones nuevas, que incluyen la realización de ataques suicidas y el entrenamiento de sus hijos para el terrorismo islámico.

El Centro Internacional para el Estudio del Extremismo Violento entrevistó a una mujer siria en Turquía, quien dijo —según citó The Washington Post de boca de la directora del instituto, Anne Speckhard— que “quería que sus dos hijos crecieran para ser mártires”.

En Turquía, precisamente, los consulados han estado prácticamente sitiados por cientos de esposas, madres e hijas de los combatientes de ISIS que buscan regresar a sus países de origen o de residencia legal en Europa occidental y África del norte. Pero en esos países no hay una política clara sobre qué hacer con estas ciudadanas, que no han cometido delitos pero son familia de terroristas.

“Todas nos cuentan la misma historia: sus esposos fueron por los beneficios económicos y ellas los siguieron porque no tenían alternativa”, dijo al periódico un funcionario de Marruecos que solicitó anonimato. Al hablar con varias repatriadas, los periodistas encontraron un relato similar: “Todas parecían aliviadas de haber vuelto a su hogar, describían una vida cada vez más horrorosa en un califato agotado por la escasez y los ataques aéreos diarios”.

Con cada bombardeo, contó una de ellas, que vivió en Siria, sus hijos lloraban y corrían. Su familia había emigrado a la provincia oriental de al-Khayr en 2015 con la idea de que “la vida sería mejor allí”. Pero ella prácticamente no podía salir de su casa y los estrictos códigos del califato la sofocaban. Cuando el marido decidió que se irían, lo detuvieron. Ella y los hijos escaparon, con otras familias, hacia la frontera turca. “Tuvimos que cruzar a pie, con los niños”, dijo.

Otra se enorgulleció de seguir usando el atuendo conservador que el grupo terrorista impone a las mujeres, incluida la niqab, que cubre completamente la cabeza excepto los ojos. “Es mi derecho. Puedo usar lo que quiero”, dijo a The Washington Post. “Alá nos dio la niqab a las mujeres”.

Otra reconoció que ella se había sentido atraída por la promesa de ISIS y convención a su marido de que viajaran a Siria en 2014. Él se entrenó y trabajó como combatiente. “Pronto se convirtió en un mártir del califato, gracias a Dios. Yo lo amaba. Pero todos tenemos que hacer sacrificios por nuestras creencias”, dijo.

Se volvió a casar y trabajó en los medios de comunicación de ISIS. Dijo que su inspiración fue Fatiha Mejjati, una mujer de 56 años, viuda de un terrorista marroquí, quien llegó a ser líder de la brigada femenina al-Khansaa, una suerte de policía del recato de las mujeres que castiga y golpea a las que se maquillan o muestran parte de su piel. Mejjati la incorporó a ese grupo y la adoctrinó sobre el deber de tener hijos que sean soldados del califato.

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