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El nuevo rol de Máximo Kirchner: defensor del Gobierno y garante de los acuerdos con la oposición

Máximo Kirchner vive fuera de época. Por su discurso. Por sus costumbres. Por su estilo.

De joven le cedía su cuarto y su cama en Río Gallegos a Alberto Fernández, amigo de su padre e integrante del Grupo Calafate. Fue por ese tiempo cuando Eduardo Duhalde propuso a Néstor Kichner la candidatura a presidente. El entonces gobernador santacruceño subió a su hijo a su auto para conversar a solas. Le dio una serie de argumentos políticos y le pidió ayuda para convencer a su madre, Cristina Fernández, sobre la conveniencia de aceptar ir por la presidencial antes de lo que tenían previsto.

Dieciocho años después es jefe del bloque de diputados del Frente de Todos, fue el puente para que su madre se amigara con el actual Presidente, construyó en menos de un año un sólido vínculo con Sergio Massa y se mantiene como el guardián de los secretos del kirchnerismo. Más combativo sobre el escenario o al pronunciar discursos en la Cámara que en el mano a mano diario, alza sus manos para enfatizar lo que dice y cuando alza su brazo izquierdo debajo de la camisa deja ver una frase del Indio Solari que lleva tatuada: “Si no hay amor que no haya nada”.

A pesar de estar rodeado de colaboradores que trabajan en comunicación con las nuevas tecnologías, no tiene perfil en las redes sociales. Y preserva al extremo su intimidad incluso en el Congreso de la Nación, donde evita los pasillos con periodistas. Desde su despacho toma el ascensor en el tercer piso y desciende hasta el pasillo interno de Presidencia con acceso directo al hemiciclo. Gracias a las reformas que hizo Emilio Monzó en sesiones largas se toma un descanso en el bajo recinto donde muchos legisladores van como él a tomar agua, té o café y a tener alguna conversación privada o de apuro. Las últimas fotos que lo muestran con camisa, traje y corbata datan de la asunción de su padre Néstor Kirchner en el 2003 y de la de su madre en el 2007. A los 42 prefiere camisa a cuadros o con rayitas, jeans y como abrigo tiene tres opciones: una campera de jean azul, un saco negro recto tipo campera, o un canguro de algodón de color oscuro. Desde 2003 formó pareja, tuvo dos hijos, adelgazó, su pelo se cubrió de canas, y se separó. Aún mantiene el domicilio en Santa Cruz aunque es diputado por Buenos Aires, su provincia de nacimiento, y vive en Capital.

Sobre el final del año pasado tuvo que tomar una decisión. Dicen que le fue difícil pero finalmente aceptó la presión de su entorno y se quedó con la presidencia del bloque de Diputados del Frente de Todos. Pasó de ejercer el poder en bambalinas a mostrarse como protagonista, una exposición que no siempre le gusta.

En diciembre el santafesino Agustín Rossi tuvo que resignar su lugar y antes de asumir como ministro de Defensa ofició de celestino. Rossi fue quien juntó a Kirchner con Mario Negri, presidente del interbloque de Juntos por el Cambio. Cuando los presentó, aconsejó: “Tenés que cuidar al jefe de la oposición para que el Congreso no se paralice”. En paralelo el Frente de Todos acercaba posiciones con el Peronismo Federal que tiene como presidente a Eduardo ‘Bali’ Bucca y al comandado por el mendocino José Ramón. Con el Peronismo Federal y Unidad y Equidad Federal el oficialismo alcanzó el quórum para el debate de la ley de emergencia y cerró la puerta a una negociación con Juntos por el Cambio. Esta semana en cambio buscó a la principal fuerza de oposición y tras siete días de conversaciones lograron un contundente apoyo para la renegociación de la deuda. De los 224 votos que tuvo la media sanción 99 los aportaron entre la UCR, la Coalición Cívica y el PRO. También el Consenso Fiscal se aprobó gracias a ese aporte, aunque con menos votos, cuando algunos diputados del Frente de Todos como Daniel Scioli, Eduardo Valdés y Omar Félix se habían retirado del recinto.

Todavía se comenta en los pasillos que en aquella primera cita Rossi logró halagar a Negri pero más lo sorprendió el buen trato que recibió de parte del hijo de Cristina. Después hubo un asado en el quincho de Sergio Massa, en Rincón de Milberg, donde además de Máximo Kirchner estuvieron invitados los gobernadores radicales Gerardo Morales, Gustavo Valdés y Rodolfo Suárez, el diputado Negri y el senador Luis Naidenoff. En el Frente de Todos apuestan a dividirlos pero los radicales se esfuerzan junto al PRO y la CC en mantenerse unidos. Por ahora funciona e incluso en el PRO hay quienes imitarían a los radicales con gusto y aceptarían un asado con Máximo Kirchner. “Podemos conversar de todos los temas, eso no significa que vayamos a hacer lo que quieran” dice alguien que reivindica la rosca política. Debería tener un dato por si la comida se concreta: a Máximo Kirchner no le gusta el asado ni seco ni jugoso, lo pide siempre a punto.

Según lo perciben sus interlocutores, Kirchner está cómodo en su nuevo rol. Habituado a ejercer el arte de la política lo ven concreto y preciso. Y lo perciben un garante de los acuerdos. “Lo que más le molesta es que no crean en su palabra”, lo describe alguien que lo vio en acción y que reconoce que lo que promete, hasta ahora, se materializa.

Desde la oposición le han puesto condiciones para conversar: “Podemos aceptar que no nos digas cosas, pero siempre con la verdad” le señalaron en el inicio de los contactos.

Las negociaciones del martes, cuando dos veces las autoridades de la oposición y los gobernadores, además del jefe de gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta, fueron al despacho de Sergio Massa, todo se perfilaba en los carriles de la cordialidad. Esa noche la secretaria de Provincias, Silvina Batakis, se quedó hasta tarde junto a gente del PRO redactando la resolución que se votaría en el recinto para crear una mesa de trabajo entre gobernadores de la UCR, el Congreso y el Ejecutivo nacional. Fue idea de la diputada del PRO Silvia Lospennato y la salida que habilitó el ministro del Interior, Eduardo ‘Wado’ de Pedro, otro hábil negociador. La puerta la abrió Massa que dio espacio a la largas charlas en su oficina y que invitó al ministro y ex diputado y al jefe de Gabinete Santiago Cafiero. Máximo Kirchner se sumó cuando ya se habían retirado los fotógrafos.

El miércoles arrancó auspicioso para las partes. Pero terminó con malestar en el bloque de Juntos por el Cambio luego de que el Peronismo Federal presentara una resolución similar al acuerdo entre Juntos por el Cambio y el Frente de Todos. “Hubiera sido mejor una resolución en espejo”, se oyó desde Juntos por el Cambio sobre el “imprevisto” con que sorprendió ‘Bali’ Bucca y que contó con votos del oficialismo. La resolución empujada por el tándem Mario Negri-Alvaro González era acotada mientras que la de Bucca era más amplia y con más condiciones a favor de algunas provincias.

De todos modos el saldo para unos y otros fue positivo. “Se inauguró un nuevo tiempo”, elogiaban cerca del diputado Alvaro González, vicepresidente de la Cámara de Diputados. Cristian Ritondo, jefe del bloque del PRO, estaba de viaje y el porteño ocupó el lugar central en la negociación junto con Negri. Fue el encargado de aflojar tensiones, rol que habitualmente asume.

Los jefes de todos los bloques, en forma proporcional a cuántos diputados representan, conversan mucho con Máximo Kirchner. Desde el Presidente de la Nación a Massa, los propios lo llaman “Maxi”. En la oposición no usan ese diminutivo, ni siquiera Negri que es quien con mayor sinceridad le dice lo que piensa. Hablan por teléfono, se escriben por Telegram y se ven en el tercer piso del Palacio donde Kirchner ocupa la oficina que todavía se identifica con una vieja placa dorada: “Presidencia del bloque del PJ”. Evidentemente es más fácil dejar la vieja que cambiarla cada dos años según las alianzas que el peronismo integra. En ese sector del Palacio hay poca circulación y pueden tomar tranquilos mate o café y hacer y escuchar planteos con algo más de privacidad en la oficina que Rossi le dejó al hijo de los Kirchner.

Estos días en esas reuniones cada cual cedió una parte. La oposición aceptó que el auxilio a las provincias se excluyera de la ley de Reestructuración de la Sostenibilidad de la Deuda y se incluyera en un documento alternativo. No iba a ser una buena señal para los acreedores, los convencieron.

De eso mismo hablaron en un pasillo Carrió y el vicepresidente González en un alto que se tomaron durante la sesión del miércoles 29. González señaló que también el oficialismo aceptó un cambio y que el tercer artículo sería modificado por consenso. “Se sacan las ganas de responsabilizarnos por la deuda pero le dan letra a los abogados de los acreedores”, mencionó el diputado a la diputada repitiendo una charla que había mantenido con Máximo Kirchner sobre ese texto. El oficialismo aceptó la sugerencia y redujo a la mitad ese artículo. Lo que se quitó establecía: “Declárase que las políticas de endeudamiento consistentes con la capacidad de repago en divisas y que priorizaron los instrumentos bajo legislación extranjera tornan indispensable la restauración de la sostenibilidad de la deuda pública externa para recuperar en su integridad el ejercicio de la autodeterminación financiera y económica de la República Argentina”. En el discurso, Kirchner se despachó a su gusto.

Argumentos parecidos a los que motivaron la eliminación de esa frase fueron los que usó Carrió en el recinto para pedir a los diputados que votaran a favor y de inmediato como señal a Washington antes del cierre de los mercados y que fueran prudentes para que sus dichos no sean utilizados por abogados en futuros litigios. Los opositores menos combativos coincidieron en mostrarse como oposición “responsable” aunque recordaron que “tras ganar la elección ellos no quisieron hacer la transición para abonar la teoría de tierra arrasada”.

Más allá de algunas chicanas, también Carrió respeta a Máximo Kirchner. Se los ha visto charlando en un ascensor y se la ha escuchado deslindándolo de las responsabilidades en casos de corrupción que le atribuye a sus padres. Lo mismo piensa la líder de la CC sobre Florencia Kirchner.

A pesar del pedido de la diputada, hubo dureza en algunas exposiciones. Incluso roces.

En boxes, en cambio, hubo gestos de caballerosidad lo que no implica que voten las próximas leyes a favor. Muestra de los nuevos tiempos de diálogo fue el casi afectuoso saludo entre Mario Negri y Máximo Kirchner al ingresar al hemiciclo desde la Presidencia el miércoles 29. La escena sólo se pudo ver porque alguien dejó una puerta entreabierta: frente a una hilera de banderas de las provincias se dieron un corto abrazo y cambiaron algunas palabras. Kichner llevaba en la mano un libro que de tanto leerlo ya tiene la portada gastada: Economistas contra la democracia. de Jacques Sapir, el francés experto en economía rusa. Lo citó en varios discursos y durante la sesión mostró varios párrafos que tenía marcados a Cristina Alvarez Rodríguez, la diputada sentada a su izquierda y en quien se apoya para contener a su tropa. Al otro lado de Cristina se sienta Andrés “el Cuervo” Larroque el jefe de La Cámpora que como él empieza a intentar una mayor apertura. A veces hasta conversa con algún periodista.

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