Sociedad

Bullying, el mal que afecta a toda la sociedad

“Jodeme ahora” le dijo una adolescente de 16 años a una joven de 22 mientras la mataba a puñaladas como venganza de un bullying en la infancia. “Me rendí”, escribió también un niño de 13 años en una carta que explicaba las razones de su suicidio. Las noticias vomitan casos de bullying con desenlaces trágicos. El escenario detrás de cada muerte y de cada experiencia de abuso es una penumbra de razonamientos, motivos, historias vestidas de sosiego y burlas juveniles. Razones inabordables, antecedentes inexplorados y desoídos que confluyen en desenlaces extremos.

Mariana Kelly, de la organización Bullying Cero Argentina, dijo: “La prevención es lo más importante. Tenemos que enfrentarnos al bullying, tenemos que hacer que las escuelas sean espacios de sana convivencia, que los niños aprendan que hay lugares donde se puede dialogar, donde se puedan resolver los conflictos de manera pacífica, donde los adultos sean seres confiables. Y lograr que todos los actores sociales trabajen juntos, porque una familia no puede pretender que su hijo sea una persona tolerante o amorosa si en el hogar eso no existe”. Kelly es investigadora, escritora, estudiante y maestra de escuela con 25 años de carrera y diez de especialización en abuso escolar. Y participa del cuerpo interdisciplinario que trabaja para mejorar la convivencia en las escuelas a través de campañas nacionales de prevención como “Si no hacés nada, sos parte”.

Antes de explicar su impacto, definió su concepto como una situación de agresión continua de varias personas hacia una que implica en su acto una desigualdad de poder y, por lo tanto, una situación de abuso. Razonó sobre su origen, sobre el velo de indefensión que cubre su acto: “No hay que reaccionar enseguida a lo primero que aparece. Cuando hay situaciones de violencia, cuando vemos que los chicos están resolviendo problemas a través de la violencia, tenemos que indagar y ver qué pasó antes. Allí vamos a encontrar las explicaciones y vamos a terminar siendo más justos en las decisiones que tomemos”.

Kelly revirtió el rol de los supuestos agresores: los llamó víctimas, la misma etiqueta que protagonizan quienes reciben el abuso. “El bullying afecta a todos los niños que están involucrados dentro del grupo donde sucede. Siempre se piensa únicamente en el niño que es hostigado. Desde el equipo de Bullying Cero decimos que todos son víctimas, solo por el hecho de ser niños que están creciendo”.

Sus efectos son múltiples. “El bullying tiene derivaciones a niveles sociales, de salud física y mental. Hay personas que terminan en casos de depresión y hay otros que experimentan síntomas físicos. Como aquellos que por no quieren ir al colegio somatizan: presentan náuseas, dolor de panza, de cabeza, dificultades para poder dormir”, precisó Kelly. Aunque en los casos más dramáticos, su influencia domina la razón de quienes lo padecen: “Se llega a situaciones de ‘indefensión aprendida’, en la que la persona percibe que nada de lo que haga le servirá para liberarse, que ninguna persona lo va a ayudar y que no existe otra salida que el suicidio”.

Cuando en la década del ’80 se concibió al bullying como un mal social en expansión, como comportamiento de maltrato multilateral, se realizaron diversos estudios e investigaciones retrospectivas sobre casos de suicidios juveniles. “Detrás de estos decesos descubrieron situaciones de bullying. En la mayoría de suicidios de niños y jóvenes había rasgos de estos padecimientos”, argumentó la docente. A su vez, reconoció la complejidad de congeniar un diagnóstico prematuro, la necesidad de estudiar la prevención desde la órbita familiar y la institución educativa, evitar la minimización y la naturalización de las avisos de los niños.

“Cuando ellos nos avisan que algo les está pasando, tanto los docentes como los papás, tenemos que aprovecharlo. Es oro en polvo. Si no los ayudamos, no vuelven más. Tenemos que desarrollar esa confianza que el niño tuvo en nosotros”, aconsejó Mariana Kelly, intentando dar luz sobre un mal muchas veces solapado y oculto. Para que no haya ninguna adolescente más que diga “jodeme ahora”, ni ningún niño que escriba en una carta “me rendí”.

Fuente: Infobae

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