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Rousseff acusó de “traidor” a su vicepresidente

La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, calificó el martes de “traidor” a su vicepresidente Michel Temer y lo acusó de apoyar el juicio político con que la oposición quiere sacarla del poder.

La principal economía latinoamericana vivía horas de creciente tensión que ponen a prueba a su joven democracia: el viernes, la Cámara de Diputados abrirá tres días de debates con la intención de pronunciarse el domingo sobre el pedido de destitución de la mandataria del Partido de los Trabajadores (PT, izquierda), acusada de manipular las cuentas públicas.

Temer, que reemplazaría a Rousseff hasta el fin del mandato a fines de 2018 si prospera el proceso de destitución, se ha convertido en su principal enemigo desde la ruptura el mes pasado de la alianza entre su partido, el centrista Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), y el PT.

El vicepresidente dejó claro, por si alguien lo dudaba, que se prepara para esa eventualidad al divulgar el lunes involuntariamente, según adujo, un audio en el que daba por hecha la aprobación en la Cámara de la moción de “impeachment” (juicio político) contra Rousseff. En la grabación, llama a formar “un gobierno de unidad nacional” para “pacificar” al país y sacarlo de la recesión y anuncia un tiempo de “sacrificios”, aunque promete respetar las “conquistas sociales” obtenidas bajo los gobiernos de Luiz Inacio Lula da Silva (2003-2010) y de la actual mandataria.

Ese audio “revela una traición hacia mí y hacia la democracia, de ese jefe conspirador que tampoco tiene compromisos con el pueblo”, proclamó Rousseff en un acto en el Palacio presidencial de Planalto, sin mencionar el nombre de su vice. “Vivimos tiempos extraños y preocupantes. Tiempos de golpe de Estado, de farsa y de traición”, remachó Rousseff, acusando a Temer de ser “uno de los jefes de la conspiración”.

“Ayer quedó claro que existen dos jefes del golpe, que actúan en conjunto y de forma premeditada”, agregó, apuntando sus dardos igualmente contra el presidente de la Cámara, Eduardo Cunha, que promueve activamente su destitución. Si la Cámara aprueba el pedido de “impeachment” por una mayoría de dos tercios (342 diputados de un total de 513) y el Senado convalida posteriormente esa decisión, Rousseff sería reemplazada por Temer, que sería confirmado en el cargo si en un lapso de 180 días la Cámara alta la declara culpable.

“Mantengo discreción absoluta, a pesar de que sea apodado de las más variadas denominaciones (…) como por ejemplo golpista. Yo pasé tres semanas en Sao Paulo precisamente para que no me acusaran de ninguna articulación. Últimamente comenzó una guerra contra mi figura, en el plano político y personal, y fui obligado a defenderme. No estoy guerreando, estoy defendiéndome”, dijo Temer este martes al canal de noticias Globo News.

“El golpe no va a pasar”

La oposición festejó el lunes ruidosamente la aprobación de la recomendación de una comisión parlamentaria para abrir un juicio político a Rousseff. La votación fue de 38 votos a favor y 27 en contra. Pero el gobierno está decidido a dar la gran batalla en la Cámara de Diputados.

“La verdad va a prevalecer. El golpe no va a pasar. El ‘impeachment’ será bloqueado”, proclamó Rousseff.

El expresidente Luiz Inacio Lula da Silva ocupa la primera línea de frente en la defensa de su sucesora. Y aunque su nombramiento como jefe de gabinete está bloqueado en la justicia, por una investigación de corrupción en su contra en el caso Petrobras, negocia activamente tras bastidores los apoyos de diputados de partidos secundarios, con la promesa de ministerios y de centenares de puestos en el seno de la vasta maquinaria gubernamental brasileña.

Pero este martes la coalición sufrió una nueva fractura, luego que dos partidos (Partido Progresista y Partido Republicano Brasileño), que tienen entre ambos 69 diputados, anunciaran que apoyarían mayoritariamente el “impeachment”.

Los debates en el plenario se iniciarán el viernes y la votación se realizará el domingo. El resultado debería conocerse ese mismo día de noche.

Partidarios y adversarios de Rousseff llamaron a manifestarse en Brasilia durante los días de debate para presionar a los legisladores. La policía tendió un enorme vallado a lo largo de la explanada de los ministerios, que pretende mantener a los activistas separados para evitar enfrentamientos.

Esta grave crisis se produce a menos de cuatro meses del inicio de los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro, que se suponía coronarían un ciclo virtuoso de inserción global de la gran potencia emergente.

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