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Las Abuelas de Plaza de Mayo presentaron al nieto 120

La asociación Abuelas de Plaza de Mayo presentó el miércoles al joven José Luis Maulín Pratto como el nieto número 120 que restituye su identidad, sustraída durante la última dictadura, y exigió a la Justicia Federal de Santa Fe que le devuelva su verdadera filiación, que fue esclarecida en 2009.

El caso de José Luis no se registraba entre las denuncias de niños desaparecidos en Abuelas de Plaza de Mayo, ni tampoco en los nuevos casos que, gracias a las investigaciones de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (CONADI), se van incorporando al Banco Nacional de Datos Genéticos. “Sin embargo, se trata de otro caso de sustracción, ocultación y falsificación de identidad de un bebé en el marco del terrorismo de Estado, como todos los de nuestros nietos y nietas apropiados. Luego de conocer en profundidad su historia y los padecimientos de sus padres por recuperarlo, la Asociación decidió incorporar su caso al listado de nietos restituidos, como un acto de reparación y verdad histórica”, indicaron las Abuelas en un comunicado.

Desde 2009 José Luis reclama por distintos medios recuperar su verdadero apellido: Maulín Pratto.

 

La horrible apropiación

En octubre de 1976, en Reconquista, provincia de Santa Fe, una patota integrada por policías, miembros de la III Brigada Aérea de Reconquista y personal militar realizó un operativo en la casa de una joven pareja. A los golpes, destrozando todo, secuestraron a Rubén Maulín, un trabajador y militante político del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), adelante de sus dos hijos pequeños y de su esposa, Luisa Pratto, embarazada de cuatro meses.

En el mismo operativo se llevaron a la madre de Rubén, Ana Elena Schoesting, y otros familiares, y Luisa quedó sola con sus dos hijos y su embarazo.

Semanas más tarde, su hermana menor, Griselda, llegó de Buenos Aires para ayudarla, pero también fue secuestrada.

Los represores se ensañaron con Luisa. Fue torturada en su domicilio, frente a sus hijos, y violada en reiteradas ocasiones.

Cuando fue a dar a luz a un sanatorio privado local, el 26 de marzo de 1977, Luisa fue registrada con el nombre de la apropiadora, Cecilia Góngora de Segretín, evidenciando la premeditación del delito, pero a la vez dejando la prueba del apellido que llevaría su hijo. De esta manera, el bebé fue entregado al matrimonio conformado por José Ángel Segretín y Cecilia Góngora, vinculados familiarmente a la Fuera Aérea, y pasó a llamarse José Luis.

Sus apropiadores lo inscribieron en el Registro Civil con un acta de nacimiento fraguada, firmada por la doctora Elsa Nasatsky de Martino, y entonces Rubén seguía detenido, pero ya como preso político.

“Fueron años de dolor que vivió Luisa. Después del parto y durante mucho tiempo siguió siendo visitada por la misma patota policial que había secuestrado a su marido y hermanos, que la sometía a torturas y abusos sexuales. La abuela de José Luis, Ana Elena, se ocupó de los niños y acompañó a Luisa en el reclamo por su marido y su hijo robado”, señaló Abuelas de Plaza de Mayo, en el comunicado.

 

La búsqueda

Cuando Rubén Maulín recuperó su libertad, en 1982, ambos se presentaron ante la Justicia para reclamar por el niño, pero no obtuvieron respuesta y les dijeron que no podían hacer nada.

Desde entonces Rubén y Luisa desconocieron el paradero de su hijo, pero a fines de los años ’80 una vecina de la pareja trajo el dato del lugar donde estaba viviendo y fue así que decidieron ir a reclamar por él, pero la falta de documentación y las amenazas de los apropiadores impidieron el encuentro.

A principios de los ’90, Gisela, la hermana mayor de José Luis escuchó que en su escuela había un niño con el apellido Segretín y se acercó a hablarle, pero el encuentro no prosperó y Cecilia Góngora amenazó a Gisela para obstaculizar la búsqueda.

José Luis en ese entonces ya sabía que no era hijo de la mujer que lo había criado, pero los relatos iban variando según las circunstancias y conveniencia. Según Abuelas, él desde temprana edad tenía dudas de su identidad, por las diferencias físicas y porque tenía una hermana mayor adoptada. En un primer momento le dijeron que era fruto de una relación extramatrimonial de Segretín y luego se fueron sumando otras versiones, siempre inconsistentes.

En enero de 2009, José Luis tomó coraje y llamó a Luisa para contarle que, según las descripciones que ella había dado en la radio, él podría ser su hijo. Se encontraron por primera vez en febrero y en abril se presentó a la Justicia para reclamar por su identidad.

Rápidamente José Luis, Rubén Maulín y Luisa Pratto viajaron a Buenos Aires y realizaron el estudio en el Banco Nacional de Datos Genéticos para confirmar su vínculo. Era el hijo que durante 32 años habían buscado.

La semana pasada comenzó en Santa Fe el juicio por la apropiación de José Luis, en el que están imputadas la apropiadora Cecilia Góngora; la médica que atendió el parto y firmó el certificado de nacimiento, Elsa Nasatsky de Martino; y el jefe de la Base de la III Brigada Aérea de Reconquista, Danilo Sambuelli, quien falleció en diciembre de 2014, un año después de haber sido condenado a 21 años de prisión por los secuestros y torturas a 39 militantes, entre ellos a Rubén Maulín, y por la “violación agravada reiterada” de Griselda Pratto, la tía de José Luis.

José Luis se acercó el mes pasado hasta el Tribunal Oral de Santa Fe y dejó una carta para que el juicio se realice lo antes posible. “Soy José Luis Maulín, pero estoy obligado aún a nombrarme como José Luis Segretín”, escribió.

 

Fuente: Noticias Argentinas

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