Cinco consejos para saber lidiar con los caprichos de un niño
Según una prestigiosa psicoanalista de la Universidad de Columbia, es vital desarrollar la inteligencia emocional de los chicos mediante la empatía. Cómo hacer para no perder los estribos.
Caprichos, berrinches, rabietas. Diversos sinónimos para reflejar ese estado en el que a los niños parece nada conformarles y ese preludio de lo que se viene: una situación de conflicto inevitable con el mayor que lo tiene a cargo. Pero también está el análisis que hace ese propio adulto: ¿Qué estuve haciendo mal?, ¿Cómo hago para no vivir más episodios como este?, ¿Se comportará así por algún punto de nuestra comunicación?
Los caprichos de los más pequeños son moneda corriente y la reacción de los adultos ante ese escenario todavía sigue siendo un misterio y una incógnita para muchos, muchísimos padres. Por eso, la psicóloga especializada en niños de la Universidad de Columbia, Laura Markham estableció una serie de comportamientos que el adulto debe seguir para tratar de evitar nuevas situaciones de descontrol desagradables.
“Hay cuatro factores importantes para proveerles a los hijos una buena inteligencia emocional y darles herramientas para sobrellevar los momentos de frustración: hacerlos sentir seguros cuando son bebés, permitirles demostrar sentimientos, ayudar a resolver los problemas en lugar de acudir al castigo y mostrar empatía. La mayoría de los padres no pueden entender que la inteligencia emocional es tanto o más importante que el coeficiente intelectual de un hijo“, aseguró la especialista.
“Lo más común es que, ante un berrinche del niño, el padre acude a una amenaza como ‘si no dejás de llorar, esta noche te quedás sin televisión’ o al castigo. Y esas resoluciones no tratan el problema. Incluso pueden agravar ese comportamiento del hijo”, le explicó a Infobae la psicopedagoga Liliana Granovsky.
En el extenso informe, publicado en la revista sobre paternidad Fatherly, Markham detalla los puntos más importantes que debe tener un adulto para poder lidiar con los caprichos del niño.
Si uno quiere educar a un niño calmado tiene que aprender a relajarse. No hay que permitir que ellos puedan reflejarse en los comportamientos que se tienen ante el tráfico, en el supermercado o en alguna discusión de política con otro adulto. Al llegar a cierta edad, uno tiene las herramientas suficientes como para poder resolver situaciones sin llegar a la ira.
Justificar los límites
Cuando los adultos pierden la paciencia, es normal olvidarse de comunicarles a los niños las razones de los límites. Por eso, es necesario darles explicaciones ante el famoso “no”. “Si uno les dice ‘no significa no’, hace que el niño termine sin entender del todo por qué se le está poniendo el límite. Por lo tanto, dejarán de hacer eso que está mal sólo cuando están delante de los padres. No quieren hacerlos enojar, ya que son como un Dios para ellos, pero no terminan de entender el motivo del límite. Por o tanto, en los primeros años de vida, su supervivencia se remite solo a complacer a los padres”, explicó Markham.
Dejar que saquen a la luz sus sentimientos
La psicoanalista destacó la importancia de que los niños puedan sacar a la luz los sentimientos. No gritarles, no ofrecer elementos distractivos, permitirles que lloren (no interrumpir su momento de angustia o dolor, como si no pasara nada), buscar momentos divertidos entre ambos y charlar con ellos sobre los sentimientos. No se trata de abolir los límites, ni mucho menos, sino de tratar de saber cuándo ponerlos. Llegar a un equilibrio.
Los peligros de ser estricto
“Los padres que son estrictos creen que les están brindando un alto nivel de autodisciplina a sus hijos, pero es todo lo contrario. Los están agitando y poniéndolos en su propia disciplina externa”. Sin embargo, explicó la especialista, tampoco se puede dejar que los niños hagan lo que quieran. El rol del adulto es saber establecer los límites ante un peligro o un comportamiento inadecuado para las convenciones culturales en las que se vive: “A los tres años, un chico es incapaz de poder manejar su vida. Además, la frustración es un factor importantísimo en su bienestar futuro”, añadió Markham.
Qué hacer cuando comienza el capricho
Markham apeló a los llamados “límites empáticos”, que representan dejar en claro el límite para el niño pero sin tener que recurrir a emociones violentas, ni gritos, ni castigos.
- Ofrecer otras alternativas, para que el límite quede claro pero puedan haber otras opciones loables para los requerimientos del niño.
- Apelar a términos como “sé que estás enojado”. Es decir, demostrar que uno tiene consideración por los sentimientos que tiene el niño en ese momento.
- Por momentos, el “cinco minutos más” también puede servir para que los niños tuvieran una claro parámetro de lo que está por venir.