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Dilma Rousseff fue finalmente destituida de la presidencia de Brasil

El Senado de Brasil finalmente condenó a Dilma Rousseff por maquillar las cuentas públicas y puso fin al gobierno de 13 años del Partido de los Trabajadores (PT) en la misma ceremonia en la que asumió Michel Temer la presidencia del gigante sudamericano.

En un acto breve, Temer, de 75 años, exvicepresidente de Rousseff y ahora su enemigo jurado, juró al cargo hasta 2018, ante los mismos senadores que por 61 votos (de 81) condenaron y destituyeron a la exmandataria. “Hoy inauguramos una nueva era. Tenemos que salir de aquí con un aplauso del pueblo brasileño”, dijo Temer, del Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB) en la primera reunión con su gabinete ministerial, ya con el cargo de presidente.

Rousseff, visiblemente afligida, no tardó en reaccionar tras conocer la decisión del Senado: “Condenaron a una inocente y consumaron un golpe de estado parlamentario”, dijo en un rueda de prensa.

Sin embrago, el Senado rechazó en una segunda votación la propuesta para que la exmandataria, de 68 años, quedara inhabilitada para ejercer cargos públicos.

El voto cerró una sangría política que desde hace nueve meses mantiene en vilo a la mayor economía de América Latina, en vías a su peor pérdida de riqueza en 80 años y que tiene a los principales partidos involucrados en causas de corrupción.

Y es un final trágico para la primera mujer que llegó a la presidencia de Brasil, suspendida en mayo tras ser acusada de violar las normas fiscales del país.

“61 senadores sustituyeron la voluntad expresa de 54,5 millones de votos. Es un fraude contra el que vamos a luchar en todas las instancias posibles”, afirmó Rousseff.

 

Los retos de Temer

Temer juró horas antes de viajar a China para la cumbre del G20 de este fin de semana, en la que intentará “buscar recursos e inversores” para Brasil.

Pero le durarán poco las ganas de celebrar. Con el desempleo en niveles récord (más de 11 millones de personas), la inflación galopante y un gigantesco déficit fiscal, la economía brasileña se contraerá un 3,16% este año, según los datos revelados por el Banco Central, que revisó al alza sus previsiones.

Desde que asumió la presidencia de forma interina, Temer, un astuto negociador político en las sombras, armó un gobierno dando por sentado que Dilma sería destituida.

Su gabinete no tiene mujeres y está conformado por hombres blancos y conservadores. Pero tiene el aval de los mercados y de momento, del Congreso, que ya aprobó la revisión de la meta fiscal de 170.500 millones de reales (52.500 millones de dólares al cambio actual) en 2016.

Ahora deberá usar sus argucias para hacer aprobar el ajuste fiscal que fue rechazado cuando Rousseff lo presentó.

El nombre de Temer tampoco escapó a las revelaciones en torno al megaescándalo de corrupción en Petrobras, en varias delaciones hechas por acusados que buscan reducir sus condenas. El exvicepresidente de Rousseff niega cualquier vinculación con la trama y la justicia nunca ha presentado cargos contra él.

Y también necesitará de gran habilidad para hacer alianzas en el fragmentado parlamento, mientras carga con la sombra de “usurpador”. “Uno va a un lugar y golpista, hay que decirle golpista es usted, que está contra la Constitución”, lanzó Temer, visiblemente molesto, durante la reunión de gabinete.

 

“¡Volveremos!”

Lejos quedaron los días del milagro socio-económico que inició el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010), padrino político de Rousseff, que sacó a 29 millones de personas de la pobreza y al país del mapa de hambre de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

La crisis económico-política se entrelazó con un escandaloso fraude que drenó más de 2.000 millones de dólares de la estatal Petrobras. Aunque salpica a todas las fuerzas políticas, el escándalo conocido como “Lava Jato” terminó por cercar al gobierno y acabó con 13 años del PT en el poder.

También empañó la imagen del político mejor valorado por los brasileños, el expresidente Lula, en la mira por obstrucción de la justicia y corrupción.

Brasil aparece en el puesto 76 del Indice de Percepción de Corrupción de Transparencia Internacional, sobre un total de 168 países. De hecho, más de la mitad de los 81 senadores que juzgó a Rousseff están investigados o fueron acusados por causas de corrupción.

Temer quiere dar vuelta la página, pero será difícil en un país traumatizado por meses de revelaciones que involucran a toda la clase política.

Rousseff, una exguerrillera marxista en su juventud que sufrió torturas en la última dictadura (1964-1985), se mostró combativa hasta el final. Incluso cuando reaccionó a su condena. “Estoy segura de que la interrupción de este proceso mediante un golpe de Estado no es definitiva. ¡Volveremos!”, afirmó en su despedida.

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